Fallecimiento del Prof. D. José María Blázquez

1 Abr 2016

Fallecimiento del Prof. D. José María Blázquez

El pasado 27 de marzo, Domingo de Resurrección, fallecía en Madrid mi Maestro (y el de muchos otros), el Prof. D. José María Blázquez Martínez a muy pocos meses de cumplir los 90 años. Fue filólogo clásico por formación, pero historiador de la Antigüedad y arqueólogo por convicción, seguro como estaba de que todos los medios eran necesarios para acercarse y entender el mundo antiguo, que era lo más le interesó siempre. Otros glosarán múltiples aspectos de su obra científica, que son muchos, pero quienes tuvimos la suerte de tratarle en el aula, en los viajes, en las excavaciones o, simplemente, en la vida profesional cotidiana podríamos destacar, sobre todo, su generosidad. Generosidad en darnos puntual noticia no solo de lo que él estaba investigando sino de las novedades a las que estaban llegando de otros y que podían ser de nuestro interés; generosidad al facilitarnos contactos con colegas de cualquier parte del mundo, a los que él conocía personalmente gracias a su inmensa capacidad viajera y de trabajo; generosidad, sobre todo, al reconocer los méritos de todos y cada uno de los que conformábamos la enorme red de discípulos que logró tejer a lo largo de su vida. Siempre se nos quedó grabado a todos algo que repetía continuamente y que era que no había nada que llenase de más orgullo a un maestro que el que le superasen los discípulos. A estas alturas no sé yo si Don José María estaba acertado porque es, sin duda, tarea titánica intentar tan siquiera aproximarse a lo que ha sido su trayectoria, científica y humana. Para nuestra Sociedad, la desaparición del Profesor Blázquez, uno de sus fundadores y primeros socios, supone una pérdida enorme; queda el consuelo, si es que puede llegar a serlo, de que llegó al final de sus días en plena lucidez intelectual y que continuaba trabajando en nuevos proyectos, como siempre, infatigable. A él se le podía aplicar con justeza el verso de Solón: «envejezco aprendiendo siempre muchas cosas».

Adolfo J. Domínguez Monedero

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