Noel Olaya Perdomo, clasicista colombiano. In memoriam

11 Ene 2019

Noel Olaya Perdomo, clasicista colombiano. In memoriam

Ha fallecido recientemente el clasicista colombiano Noel Olaya Perdomo,  quien fue, aparte de promotor de los estudios clásicos en Colombia, alguien convencido de la transformación de la sociedad a partir de la labor educativa y científica.

Se adjunta una breve y muy emotiva necrológica.

Adiós a Noel

El hombre sabio, aquel a quien con convicción he deseado emular, ha partido. Aprendió latín siendo todavía niño. Para él fue lengua viva; de ahí su asombrosa aptitud para los idiomas. Enumerar los que conocía es vanidad. Mejor es decir simplemente que estudió, desde las lenguas antiguas del Mediterráneo, pasando por las lenguas académicas actuales, hasta las que aún atesoran nuestras comunidades indígenas. Filosofía, historia, matemáticas, música e, incluso, sistemas, todos estos saberes tenían un lugar en su encanecida cabeza.


Noel enseñó a todos con la misma claridad, precisión e ingeniosidad. Ya en 1957 la fascinación que causaba era enorme. Su metodología quedó plasmada en el así bautizado “morfómetro”, una tabla que resume la complejísima morfología verbal del griego y que a expensas propias imprimía a color y regalaba a cada uno de sus estudiantes. Su generosidad fue inmensa, nunca dejó de enseñar, reclamaba compromiso e interés, pero, a la vez, era comprensivo con los fallos y extravíos de sus estudiantes.


Largo tiempo fue sacerdote, pero en sus honras fúnebres no hubo servicio religioso. Fue su voluntad. No creía en el más allá, seguramente porque sabía que la inmortalidad del alma es una idea que el pensamiento griego heredó a la tradición judeocristiana. Estuvo alineado con los revoltosos de sotana que buscaban la transformación de la Iglesia, algunos de los cuales tomaron el camino de las armas. Para él hacía falta una teología del Espíritu, una teología en la que no primara el Padre como figura de poder, ni la interpretación individualista del Hijo, por la que estaban caracterizadas las sociedades liberales modernas, sino el Espíritu como imagen de lo comunitario y de la necesidad de los otros. Su opción fue la de enamorarse y concebir un hijo y, por supuesto, la de abandonar la Iglesia y con ella cualquier tipo de creencia indemostrable científicamente. Con todo, estaba convencido de la doctrina cristiana del amor al prójimo, la de amarse los unos a los otros, la de que quien dice amar a Dios sin amar al prójimo miente, la de que no importa el saber si no se tiene corazón. 
 
ἐὰν ταῖς γλώσσαις τῶν ἀνθρώπων λαλῶ καὶ τῶν ἀγγέλλων, ἀγάπην δὲ μὴ ἔχω, γέγονα χαλκὸς ἠχῶν ἢ κύμβαλον ἀλαλάζον («Aunque hable en las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, me he convertido tan solo en bronce que hace eco y címbalo que resuena.») Primera carta a los Corintios 13.1

Juan Felipe González Calderón
Universidad Nacional de Colombia

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