Clásicos a contracorriente

30 Sep 2013

Clásicos a contracorriente

Cuando más golpean a la base misma de la educación en una sensibilidad orientada a los valores que nos legaron los clásicos (el de aprender a pensar por uno mismo es, sin ir más lejos, uno de ellos), resulta muy refrescante observar como un joven y, por tanto, audaz sello editorial, Escolar y Mayo, se lanza a la empresa de dotar a los clásicos grecolatinos con una voz del siglo XXI.

De vocación eminentemente filosófica, este sello ya había abierto ventanas al mundo de la filología clásica a través de sugerentes volúmenes bilingües en la colección “Vestigia”, dirigida por Vicente Cristóbal López, que acumula un puñado de interesantes títulos, a saber: ¿Cínicos…? una antología de las anécdotas más incisivas de esta escuela filosófica, preparada por Antonio Guzmán; Poemas de amor y vejez, de Maximiano Etrusco, traducidas en ritmo dactílico por Juan Luis Arcaz; Diario de Cicerón, donde José Miguel Baños traza un recorrido de la vida del filósofo a través de una selección de sus cartas; y, próximamente, una hermosa antología de poetas líricos arcaicos cuidada por Fernando García Romero. Tampoco olvidamos que en la colección “Hitos” acaba de aparecer un estimulante Heródoto, explorador y viajero, donde en edición bilingüe y comentada encontramos los más vívidos relatos fundacionales de la disciplina histórica.

Lejos de conformarse, Escolar y Mayo han decidido doblar la apuesta. A lo que ahora asistimos es a la empresa de ofrecer las obras de los clásicos en traducciones prologadas y anotadas por contrastados expertos, sensibles a las necesidades del lector moderno, de alumnos de bachillerato a profesionales con interés por el mundo antiguo, pasando por los alumnos universitarios; nadie queda excluido.

Que no se trata de un amago, sino de un desembarco en toda regla lo demuestra el hecho de que se estrenan con tres autores y títulos de una categoría incuestionable:

Platón, Protágoras.
Plauto, Anfitrión.
Sófocles, Antígona.

En esta ocasión, la colección que los auspicia se llama, evocadoramente, “De dedos de rosa”, nombre que nos sitúa en la perspectiva de un amanecer y de una aventura que apenas acaba de comenzar y se presenta prometedora.

No nos dejemos, sin embargo, engañar por lo evocador y delicado del título, porque la aparición a día de hoy de una colección de clásicos es un enérgico golpe sobre la mesa y, como decíamos, un doblar la apuesta a contracorriente de los tiempos.

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